Por qué la pardela canosa defeca mientras vuela: a ras del agua y con una precisión envidiable
A lo largo de la deshabitada isla de Funakoshi Ohshima, al noreste de Japón, surca los aires la pardela canosa. De vuelo sereno y pocos aleteos, se desliza casi rozando la superficie del océano, aprovechando las corrientes de aire para impulsarse sin esfuerzo. Desde allí, a pocos metros del agua, acecha calamares y pequeños peces. Con la misma precisión envidiable, mientras vuela sobre el mar, esta ave marina también aprovecha de aligerar el cuerpo, llegando a expulsar hasta el 5% de su masa corporal en forma de excremento en medio de ese peculiar ritual aéreo, describe un nuevo estudio de la revista Current Biology.
Científicos japoneses liderados por Leo Uesaka, investigador de la Universidad de Tokio, entre 2021 y 2023 montaron pequeñas cámaras de video en el vientre de pardelas canosas, que están consideradas las homólogas asiáticas de la pardela cenicienta del Atlántico. “Originalmente, estaba estudiando cómo las aves marinas despegan desde la superficie del océano y como la mayoría de ellas cazan a sus presas en el mar”, reconoce Uesaka.
Las cámaras, orientadas hacia atrás, registraron en detalle los movimientos de las aves durante sus vuelos de alimentación. El resultado: 195 eventos de excreción grabados en casi 36 horas de video de 15 individuos distintos. Casi todas las defecaciones ocurrieron durante el vuelo. Sorprendentemente, la mitad de los primeros 82 eventos sucedieron en los primeros 30 segundos después del despegue. En algunos casos, las pardelas zarpaban, defecaban y volvían a posarse en el agua en menos de un minuto.
La investigación que se publica este lunes señala que la pardela tiene una preferencia activa por defecar en el aire. Este patrón, sugieren los investigadores, deja entrever que algunas incluso podrían despegar solo para excretar, antes de volver a posarse. Para Pep Arcos, coordinador del programa marino SEO/BirdLife, este detalle no pasa desapercibido. “Que las pardelas necesiten alzar el vuelo para defecar, e incluso lo hagan de forma intencionada, otorga al hábito una importancia especial. Este comportamiento podría tener implicaciones que van más allá”, opina.
Aunque no se sabe muy bien las razones, los investigadores proponen varias hipótesis. Una de ellas es la higiene. Excretar en vuelo podría evitar el contacto con sus propias heces, reduciendo el riesgo de infecciones y protegiendo el tejido cloacal del agua salada. Otra posibilidad es la evasión de depredadores porque los excrementos pueden atraer tiburones u otras especies marinas mediante el olor o el rastro visual, por lo que expulsarlos en el aire y lejos del cuerpo podría ser una estrategia defensiva. Finalmente, desde un punto de vista fisiológico, la postura que adoptan las aves al flotar podría dificultar la presión necesaria para la excreción, cosa que no ocurre durante el vuelo o cuando están posadas en tierra.
Para Arcos, el mayor punto débil del estudio es la falta de contexto espacial. “Hubiera sido ideal contar con GPS para saber en qué lugar se ubican exactamente las aves”, dice. Saber dónde se alimentan y dónde excretan podría ayudar a determinar si existe una correlación o diferencia entre ambas zonas. “Eso habría sido clave para entender si realmente están trasladando nutrientes de un sitio a otro”, agrega este experto.
El próximo paso de Uesaka y su equipo será justamente emplear cámaras o sensores de temperatura con mayor duración de batería. Su objetivo es mapear dónde las aves marinas liberan sus excrementos en el mar, con el fin de comprender mejor el papel que juegan estas heces en la ecología marina. “Creo que las aves marinas pueden cumplir un rol similar al de las ballenas. Sus excrementos podrían ser una parte importante de la dinámica de nutrientes en los ecosistemas oceánicos”, señala el autor principal del nuevo estudio.
Más allá del guano en tierraHasta ahora, los datos sobre la excreción de aves marinas provienen casi exclusivamente de observaciones terrestres, en colonias de anidación. Un reciente estudio publicado en Nature destaca, por ejemplo, que los residuos fecales que los pingüinos esparcen por la Antártica liberan amoniaco, un gas clave en la formación de las nubes que actúan como capas aislantes de la atmósfera.
Lo que ocurre en mar abierto sigue siendo, en gran medida, un misterio. El nuevo hallazgo tiene, según Leo Uesaka, implicaciones ecológicas relevantes. Las heces de las aves marinas son ricas en nutrientes como nitrógeno, azufre y fósforo. “Si un grupo se reúne en un área específica, su excreción repetida podría fertilizar de forma significativa el ambiente marino en esa zona”, asegura el investigador.
Aunque la cantidad de excremento de un solo individuo es mínima, es desconocido el efecto acumulado de millones de aves volando y defecando sobre los océanos en la redistribución de nutrientes. Actualmente, se estima que existen más de 424 millones de individuos reproductores solo del orden Procellariiformes al que pertenece la pardela canosa.
El impacto se ha considerado principalmente en torno a las islas donde anidan, donde el guano fertiliza suelos y afecta comunidades vegetales y marinas cercanas. “Las heces son más importantes de lo que uno podría pensar”, indica Uesaka. Basta una pequeña cámara, y una gran curiosidad, para empezar a comprender el papel silencioso que algunas especies desempeñan, incluso cuando solo están volando... y defecando.
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