Editorial. Existe una necesidad urgente de recuperar la imagen de la bata blanca.

El resultado: estos estudiantes de medicina —los futuros expertos en salud— están sufriendo. Agotados por semanas con jornadas laborales promedio de cincuenta y nueve horas (superando los límites legales), abrumados por las responsabilidades y asfixiados por las condiciones de trabajo. Y en una situación precaria: con un salario bruto de entre 260 y 400 euros. Según una encuesta sindical realizada en 2024, el 66 % de los estudiantes de medicina ya había sufrido agotamiento profesional y el 45 % padecía depresión . Un residente se suicida cada 18 días, según reveló la Unión Nacional de Residentes ya en 2021.
Un puente aéreo médico entre Dijon y Nevers
La única buena noticia: se ha roto el código de silencio. También se están empezando a imponer algunas sanciones, como en Poitiers, donde el hospital universitario fue condenado por no respetar el horario laboral de los internos.
Pero la concienciación tarda en llegar a la raíz del problema. Es más fácil achicar el agua , como con este «puente aéreo médico», inaugurado hace dos años para enviar a los «médicos voladores» de Dijon como refuerzos al hospital de Nevers. Una operación que, a pesar de su coste exorbitante, podría extenderse a los médicos internos.
Mientras tanto, algunos estudiantes, desanimados, abandonan sus estetoscopios. Miles prefieren formarse en Rumanía o España, en un momento en que la reforma francesa de los títulos de medicina ha complicado aún más el proceso. Si bien la eliminación del numerus apertus ha comenzado a abrir las puertas a la práctica médica, se necesitará mucho más para recuperar el prestigio de la profesión. Cuando el 20% de los jóvenes graduados planea ejercer en el extranjero, es hora de que el gobierno decida frenar esta tendencia.
SudOuest



