Esto es lo que pasa a tu cuerpo cuando tragas agua en la piscina

Es verano, hace mucho calor, y bañarse en la piscina es una de las actividades favoritas para toda la familia, muy especialmente para los niños. En España lo más habitual es que estas zonas recreativas comunes y con agua estén desinfectadas con cloro (aunque algunas lo sustituyen por sal), algo que se revisa a menudo y que, en teoría, nos protege de bacterias y microorganismos.
Pero solo es en teoría, puesto que el cloro de las piscinas y los productos químicos que se les echan para que el agua esté cristalina no consiguen eliminar del todo determinadas bacterias, que se convierten en resistentes y que amenazan de manera silenciosa sin que nos demos cuenta. Si tragamos agua, comprometemos la salud digestiva por bacterias, por cloro y por otras bacterias. ¿Qué puede pasarnos?
"No pasa nada, solo he tragado un poquito de agua en la piscina"Esta frase, que todos hemos podido pronunciar en un momento de nuestra vida, encierra en realidad muchos más riesgos de los que cabría esperar. Y es que, efectivamente, el cloro y los productos químicos que se utilizan en las piscinas en las que todos podemos bañarnos, mantienen el agua limpia y libre de (algunos) parásitos… ¡Pero no todos!
Obviamente, tragar un poquito de agua no debería tener consecuencias graves, pero todo depende de las bacterias y microorganismos presentes en el agua y que el cloro no es capaz de matar. Incluso, el mismo cloro, ingerido, puede provocar molestias indeseadas.
Si la ingesta ha sido muy pequeña, no deberíamos preocuparnos aunque sí vigilar que no se den síntomas relacionados con malestar estomacal como vómitos o diarrea al cabo de las horas. Normalmente, las consecuencias no son inmediatas, sino que tardan horas en hacer efecto en el organismo. Sin embargo, tragar una gran cantidad de agua debería llamar nuestra atención y la del médico, por si acaso.
Esto le pasa a tu cuerpo si tragas agua en la piscinaComo explicábamos anteriormente, hay un buen número de bacterias que el cloro no es capaz de eliminar, y que podrían entrar en nuestro organismo cuando tragamos agua en la piscina. Escherichia coli, giardia, shigella o criptosporidio son microorganismos especialmente inmunes a los efectos del cloro.
Para quienes se pregunten de dónde salen esos parásitos, deben saber que no están naturalmente presentes en el agua, sino que proceden de materia fecal y acaban traspasándose al agua de la piscina de manera imperceptible, a través de bañistas que han tenido alguna enfermedad gastrointestinal y no se han recuperado al cien por cien. No significa que defequen en el agua, sino que quedan restos en su cuerpo que pueden formar parte de la piscina.
De hecho, una investigación llevada a cabo por la Universidad de Arizona, en Estados Unidos, establece en 0,14 gramos la cantidad de materia fecal que todos podríamos 'llevar encima' al introducirnos en una piscina sin darnos cuenta.
¿Cuáles son los síntomas si tragamos agua infectada?En el caso de ingerir estos restos fecales microscópicos, y otros que tienen que ver con la orina, los síntomas podrían ser desde un malestar digestivo inexplicable, hasta vómitos, diarrea (con o sin sangre) y calambres abdominales. Ante la duda, la opción siempre es acudir al médico para frenar el avance de cualquier germen.
Además de las bacterias que podrían entrar en nuestro cuerpo al tragar agua que nunca está cien por cien desinfectada en las piscinas en las que se bañan muchas personas, también existe la posibilidad de contaminarnos por ingesta del propio cloro.
En gran cantidad, este químico (el cloro) puede ocasionar ardor en la boca, dolor de garganta e inflamación, además de problemas estomacales, presión arterial más alta de lo normal, presencia de ácido en la sangre y, en casos graves, dificultad para respirar. El ahogamiento en seco tiene lugar al entrar un poco de agua en los pulmones, lo que provoca un espasmo respiratorio.
ReferenciasGerba, C.P. 'Assessment of Enteric Pathogen Shedding by Bathers during Recreational Activity and its Impact on Water Quality'. Quantitative Microbiology 2, 55–68 (2000). Consultado online en https://link.springer.com/article/10.1023/A:1010000230103 el 20 de Julio de 2025.
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