Chanclas de dedo: ¿un alivio para tus pies o un riesgo para tu salud?
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A todos nos encanta la sensación de frescor, e incluso, podría decirse que de cierta liberación cuando dejamos en el armario los zapatos de invierno y deslizamos la planta del pie sobre unas chanclas de dedo. De hecho, a pesar de que no puede decirse que sea el calzado más cómodo del mundo para caminar, lo cierto es que las ganas de llevar los pies “sueltos” son demasiado tentadoras.
Sin embargo, si nos dejamos llevar por esa motivación, lamentablemente, la salud de nuestros pies puede verse perjudicada. Y no nos referimos a unas molestias pasajeras, si no a una fascitis plantar, un esguince o una tendinitis.
Con las consecuencias de las chanclas en mente, pongamos el foco en cómo y por qué este calzado puede llegar a ser tan mal compañero de viaje, al menos desde el punto de vista de la salud.
“Estas chanclas, al carecer de elementos básicos como sujeción trasera, amortiguación adecuada o soporte del arco plantar, no respetan la biomecánica natural del pie. Esto obliga a una contracción constante de los dedos, especialmente del flexor corto de los dedos, para mantener el calzado en su sitio, generando sobrecargas musculares innecesarias”, explica Alberto Bermejo, fisioterapeuta, podólogo y profesor de Fisioterapia de la Universidad Europea.
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Por si eso fuera poco, al tener habitualmente una suela delgada y sin estructura, “no absorben correctamente los impactos de la marcha, lo que incrementa el riesgo de lesiones por sobreuso o compensaciones biomecánicas ascendentes”, apunta Bermejo. Por tanto, “no se trata de un tipo de calzado saludable si se usa de forma habitual y prolongada”.
A veces, incluso podrían llegar a ser segurasTodos esos inconvenientes podrían quedarse en un segundo plano en determinadas situaciones. Y es que la recomendación de mesura en el uso de las chanclas “no debe entenderse como una prohibición absoluta -recalca el podólogo-, ya que existen contextos específicos en los que el uso de chanclas de dedo está justificado y puede considerarse seguro: por ejemplo, en duchas públicas, vestuarios, en la playa o en la piscina, donde se busca una barrera higiénica o una solución práctica y rápida”.
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Ahora bien, a pesar de que podría considerarse un calzado adecuado a las circunstancias, sigue primando un uso puntual y la corta duración. Y, sobre todo, “no hacer con ellas largas caminatas ni esfuerzos sostenidos”, insiste el experto quien recalca que “incluso en esos contextos, se debe priorizar el uso de modelos anatómicos, con cierto refuerzo plantar y buena adherencia, para minimizar riesgos”.
Además del factor tiempo (cuánto tiempo usamos las chanclas), el tipo de superficie sobre el que caminamos también es fundamental a la hora de valorar los riesgos a los que nos exponemos. En este sentido, conviene evitar este calzado en “entornos urbanos, con superficies irregulares o cuando se realizan tareas que implican esfuerzos físicos o desplazamientos frecuentes”, aconseja Bermejo.
En estos escenarios, el pie trabaja en condiciones desfavorables, sin estabilidad, sin soporte y sin protección, lo que puede derivar en alteraciones funcionales y estructurales. “Personas con pies planos, hallux valgus (juanetes), fascitis plantar previa, tendinopatías o alteraciones posturales están especialmente expuestas a agravar su sintomatología si abusan del uso de chanclas de dedo”, alerta.
En el peor de los casos…Según el podólogo, el abuso de las chanclas puede agravar problemas de los pies ya existentes. Pero, también puede provocarlos. Estas son las principales patologías que, según Bermejo, podrían aparecer:
- Fascitis plantar. Al no existir soporte en el arco longitudinal del pie, la fascia plantar puede verse sobrecargada. La continua tensión durante la marcha, unida al impacto directo sin amortiguación, favorece la inflamación de esta estructura, generando dolor en el talón, especialmente por las mañanas o tras periodos de reposo.
- Tendinitis. Es común encontrar sobrecargas en tendones como el del flexor largo del dedo gordo, el tendón de Aquiles o el tibial posterior, ya que el pie realiza contracciones compensatorias para sujetar el calzado. Esta tensión repetitiva puede generar sobresolicitaciones que pueden derivar en inflamación tendinosa.
- Esguinces. Al ser un calzado abierto y sin sujeción lateral o trasera, la estabilidad del tobillo disminuye considerablemente. Esto incrementa el riesgo de esguinces, sobre todo al caminar por terrenos irregulares o realizar movimientos bruscos.
- Metatarsalgias y sobrecargas digitales. La distribución inadecuada del peso, sumada a la contracción digital continua, puede provocar dolor en la zona anterior del pie y callosidades. En algunas ocasiones, este calzado plano con escasa sujeción puede favorecer la aparición o el agravamiento del neuroma de Morton. Esta patología, que consiste en un engrosamiento del nervio interdigital (habitualmente entre el tercer y cuarto metatarsiano), se ve influida por el aumento de presión y compresión en la parte anterior del pie.
- Hallux valgus (juanetes). En personas que ya tienen juanetes, el uso prolongado de chanclas de dedo puede favorecer molestias y empeorar la alineación del primer dedo, por lo que es preferible optar por un calzado que ofrezca mayor sujeción y soporte.
- Alteraciones posturales. el uso prolongado puede afectar la forma de pisar y generar desequilibrios que repercuten en otras articulaciones.
Además, “estos riesgos se ven potenciados si el individuo tiene alteraciones previas en la marcha o no dispone de una musculatura intrínseca del pie suficientemente entrenada”, agrega el experto.
Daños "colaterales": la espaldaPor si la lista de patologías anterior no fuera lo suficientemente larga y seria, el impacto del uso de las chanclas de dedo “puede extenderse más allá del pie y afectar a otras estructuras, como la rodilla, la cadera o la espalda (especialmente en la zona baja de la espalda, conocida como zona lumbar)”, advierte el fisioterapeuta.
“Al alterarse la mecánica del apoyo y la marcha, se pueden generar compensaciones posturales ascendentes. Por ejemplo, si el pie no tiene un buen soporte plantar, puede incrementarse la pronación (especialmente en la fase de apoyo completo), provocando rotaciones internas de tibia y fémur, desequilibrios o desalineaciones a nivel de la pelvis y sobrecargas en la musculatura lumbar”, describe Bermejo.
Además, “al desequilibrarse la pelvis por una mala alineación del pie y la pierna, puede generarse tensión en la articulación sacroilíaca, que conecta la columna con la pelvis y que es una zona donde se puede localizar frecuentemente dolor referido hacia la parte baja de la espalda o las nalgas”, añade.
El calzado 'barefoot' precisa una adaptación progresiva y evitar periodos prolongados de uso
Otra de las consecuencias de la alteración del apoyo y la marcha son las sobrecargas musculares (especialmente en gemelos y musculatura paravertebral), y dolor lumbar, pudiendo provocar afecciones musculares o articulares a nivel de toda la columna vertebral.
Por otro lado, en muchos casos, las chanclas de dedos suelen tener una suela plana, que no suele ofrecer una buena absorción/amortiguación del impacto que se genera en durante la marcha, “lo que provoca que las fuerzas de carga se transmitan de forma más directa hacia las articulaciones superiores mencionadas, incluida la columna lumbar, provocando o agravando el dolor en dicha zona, especialmente si se camina o está de pie durante largos periodos”, apunta.
Por último, muchas personas, sobre todo aquellas con hiperlordosis o debilidad abdominal, un calzado completamente plano “favorece una basculación anterior de la pelvis que incrementa la curvatura lumbar, aumentando la tensión en la zona”, agrega el experto.
¿Cómo elegir el calzado de verano perfecto?Teniendo en cuenta todo lo anterior, tenemos claro que las chanclas de dedo, a pesar de ser las más fresquitas, no optan al pódium del mejor calzado del verano. Así que, si queremos usar un calzado fresco, pero también saludable, ¿qué deberíamos tener en cuenta?
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Según Alberto Bermejo, lo ideal es “escoger un calzado que combine transpirabilidad/frescura, que no sea excesivamente plano y que permita un buen soporte/sujeción del pie”. Y añade: “Las sandalias anatómicas, que ofrecen sujeción ajustable en el talón y el empeine, y plantilla con forma anatómica que respete el arco plantar, son una excelente alternativa a las chanclas de dedo”.
Existen modelos con materiales transpirables, suela de densidad media y refuerzos que ayudan a distribuir correctamente la carga del peso corporal.
Barefoot, una buena opción, pero con maticesTambién pueden tenerse en cuenta las zapatillas ligeras tipo barefoot como alternativa a las chanclas. Ahora bien, “hay que ser cuidadosos porque este tipo de calzado suele ser plano y precisa una adaptación progresiva del mismo, evitando periodos prolongados de uso, especialmente si no se está acostumbrado a utilizarlo”, advierte el experto.
Por último, el experto nos recuerda la importancia no descuidar la salud del pie durante los meses de verano, ya que “este tipo de alteraciones pueden tener un impacto duradero si no se corrigen a tiempo”.
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En cualquier caso, “si existe alguna patología en los pies o dudas sobre el tipo de calzado más adecuado, lo más recomendable es acudir al podólogo, quien podrá valorar cada situación de forma individualizada y ofrecer la mejor orientación en función de las necesidades clínicas de cada persona”, aconseja.
El Confidencial